lunes, 23 de noviembre de 2015

Buscando vida en el Universo

De todos es conocido la fragilidad de los seres vivos.

Eso lo aprende uno cuando pisa sin querer una hormiga o un caracol. Pobre desgraciada araña que sin darse cuenta resultó destruida por el pisotón de un niño.

Y así es, por mucho que nos refugiemos en la creencia de que alcanzaremos la eternidad, sólo llevamos entre 50.000 y 100.000 años constituidos como especie inteligente y apenas 4.000 o 5.000 años de historia escrita, tan solamente unos 200 de civilización industrial y científica, y aún no hemos salido del salvajismo de las guerras.

Pero imaginamos modificaciones genéticas, algunas para hacer nuestras células inmortales, otras para darnos el capricho de ponernos alas, o músculos tan potentes como los de un lagarto Jesucristo, o un colibrí. E imaginamos diseñar drones de asistencia, y nanobots que reparen nuestros tejidos, nos blinden la carne y nos permitan soportar la radiación.

Todo eso está muy bien, pero si hay que apostar por cómo serán los extraterrestres, mejor no apostemos porque serán de carbono o de silicio, con forma antropoide o reptiloide, altos y rubios o bajitos y verdes; los extraterrestres que quedan son inteligencias artificiales. Máquinas diseñadas por civilizaciones fugaces que se extinguieron dejando como fruto inteligencias artificiales.

Como en Star Trek The Motion film, donde el Voyager I adquiere conciencia y sabiduría, probablemente lo que sobreviva de la mayor parte de civilizaciones inteligentes sean máquinas. Y por tanto los extraterrestres son máquinas, probablemente no tengan interés en nosotros y si alguna vez pasasen por cerca, buscarían los recursos minerales de Plutón o el Helio III lunar, sin mirarnos siquiera, y pasarían a la velocidad del rayo.

Si la vida se caracteriza por una eficiente ineficacia, probablemente las IAs sean tan sumamente eficaces y eficientes que sean minúsculas maquinarias atómicas, nubes de nanobots, y sin ganas de interaccionar culturalmente. Simplemente buscan recursos para incrementar su red de comunicaciones y memoria, no nos buscan a nosotros, y ni mucho menos nos quieren abducir, o tener sexo con nosotros.

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